Capítulo 1

Hola!!!! Cómo empezaron la semana?! Vamos que ya se vienen las vacaciones para la mayoría no?! Les cuento como va a ser la situación porque medio que ayer las enrede y la mayoría me pregunta eso! Va a ir una nueva nove ahora, es corta máximo un mes durará (es un aprox.), porque si bien TODAS las que firman quieren la 2da tempo solo Dios sabe como quedaron empates esas dos opciones y con 174 cada una! Así que mi teoría es que a muchas está no les gustó, o no la entendieron, o simplemente que se yo! Por eso quiero que esos 174 votos tengan algo que leer en este corto tiempo y de paso tienen tiempo de entender “Arte para los Problemas”, ponerse al día o releerla! Y terminada esta subo la 2 temporada! Qué les parece?! Les va el plan??? Espero sus comentarios y que disfruten el primer capi! Se les quiere y NUEVAMENTE GRACIAS por TODO! Besos!

Sor: Gracias por la firma! Y espero te animes a firmar más! ;) me encanta leerlas! Y que chévere que también seas peruana, cada vez somos más! :D Eres de Lima?! Besos

Masi_ruth: No te preocupes! Firma cuando puedas y MERD en el primer día de trabajo!!! ;)

Inma: jajaja es verdad! Sí Lali apunta, apunta bien viste?! ;) jajajaja

Pasi: Así es, pero ya bien sabemos que “todo final anuncia siempre un nuevo comienzo” no?! :)

@fernandaLazaroG Bienvenida!!! :D espero te animes a seguir comentando! Besos y avísame si quieres que te avise cuando suba por tw!

Giada: No te preocupes y MUCHAS GRACIAS!!! Más linda y sabes que feliz de que la quieras hacer ;)

Y, hay un anónimo que no se de quién es pero por la forma me imagino que es tuyo o no “chicadeltw”?! jjajjajja SI FIRMAN traten de dejar su nombre o algo así las logro identificar, igual a muchas ya las tengo más o menos registradas anónimas o no! :P

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

—¿Candela? Dale, sal de ahí.

Mariana Espósito se agachó e intentó distinguir algo a través de la oscuridad. Aunque no podía ver a Candela, podía oír su respiración. Sacó un gran pote de helado y lo dejó a la vista, con la esperanza de que eso la obligara a salir. Siempre funcionaba.

Siempre, al llegar a casa Cande la iba a recibir. Pero aquella noche, no había sido así. Entonces, Lali se había quitado los zapatos y había comenzado a buscarla hasta llegar a su habitación.

—No tienes por qué esconderte —susurró en una suave voz acaramelada—. Ven, sal de ahí. Traje helado. Qué te parece si nos echamos a ver la tele mientras nos lo comemos.

Siempre que Candela tenía miedo o estaba triste, se refugiaba en el rincón más oscuro y apartado. Y, de haber sido un perro o un gato, podría haberse considerado algo normal. Pero Candela era la hermana menor de Lali; la cual llevaba sobre su cuerpo veintinueve primaveras.

—Esto es completamente ridículo —le dijo Lali y decidió levantarse.

Una voz temblorosa salió desde debajo de la cama.

—¡Es bueno saber que mi única hermana piensa que mis problemas son ridículos!

Lali se sentó en la cama, levantó los pies y se sentó con la espalda sobre la cabecera.

—No pienso que tus problemas sean ridículos, pero sí la forma en que los enfrentas.

—Está bien, pero el doctor Silva me ha dicho que si hacer esto me hace sentir mejor que siga así —protestó Candela.

—Me pregunto si el doctor Silva pensaría lo mismo si fuera su cama y no la mía —Lali esperó en silencio la respuesta de Candela, pero no hubo contestación alguna—. De acuerdo: no pienso hablar contigo hasta que no salgas de ahí. Me acabo de tapar los oídos, así que no te molestes en hablar.

Lali agarró la cuchara que venía con el helado y comenzó a saborearlo. La primera cucharada de vainilla se posó sobre su lengua, se deshizo lentamente y descendió por su garganta. La agradable sensación la incitó a continuar, hasta que no quedó nada del suculento postre.

Después del banquete, agarró una revista que había sobre la mesita de noche.

Había tenido un día muy largo y lo último que necesitaba era una escena de Candela. Tal vez, si se quedaba callada, su hermana terminaría quedándose donde estaba y Lali no tendría que enfrentarse a un nuevo episodio de “Candela Espósito: Problemas existenciales”.

Pero sus esperanzas pronto se esfumaron.

—Podrías darme más apoyo —le reprochó Cande.

—¿Alguien habló? No escucho nada —dijo Lali—. Si quieres discutir algo conmigo, te invito a que lo hagamos como dos personas adultas. De otra forma, me niego a hablar contigo.

Candela había vuelto a Buenos Aires hacía dos años, después de divorciarse de su tercer marido, un jugador de fútbol, y justo antes de empezar a salir con un banquero. Lali, en ese entonces, estaba viviendo en casa de sus papás, mientras encontraba una propia. Pero, en aquel momento, su padre había decidido aceptar un nuevo destino diplomático y se había ido con su segunda mujer a Uruguay.

Lali y Candela se habían quedado, así, a cargo de la mansión familiar.

Lali no dudó un segundo y aceptó ante la perspectiva de no tener que pagar un alquiler durante un buen tiempo.  Pero muy pronto, Candela había vuelto a caer en sus manías y hábitos infantiles: se dormía entre las flores del jardín a horas inoportunas, salía por la ventana de su cuarto a escondidas y transitaba la cornisa con increíble habilidad, se escondía debajo de las camas cuando entraba en una de sus crisis emocionales…

Candela era lo que se suele llamar una excéntrica. Pero Lali sabía que su hermana, más que nada, era una niña malcriada a la que la vida había tratado con excesiva tolerancia.

Después de que su mamá falleciera, su papá había intentado compensar la pérdida. Pero, mientras Lali se había hecho cada vez más fuerte y responsable, Candela se había ido haciendo cada vez más débil y dependiente. Siempre recurría a Lali, que ejercía con gusto su papel de protectora.

A los quince años, Lali había asumido su responsabilidad teniendo en cuento que eso hubiera sido lo que su mamá habría querido de ella. Por su parte, atormentado por el dolor su papá, se había ido distanciando cada vez más, mientras que Candela y Lali se habían ido uniendo más y más. Candela encontraba en Lali el cuidado que necesitaba y, a cambio, le daba afecto y admiración.

Pero al crecer, se habían convertido en dos adultas tan diferentes como el agua y el aceite.

Candela se había metido en una burbuja tecnicolor. Era enamoradiza y romántica y se precipitaba continuamente en tormentas emocionales y relaciones enfocadas al fracaso. Su problema fundamental era que adoraba estar enamorada. Cambiaba de novio con la misma continuidad que Lali sacaba la basura. Lo que decía bastante más de la habilidad de Lali para ocuparse de la casa que de la de Candela para mantener una relación.

—¡Eres mala! —gritó Candela y le dio una patada a la cama.

—Sí, lo soy —respondió Lali—. Soy odiosa y no sé cómo soportas vivir conmigo.

Lali sabía lo que se avecinaba. La esperaba una larga noche consolando a Candela por la pérdida de su último amante, una larga noche tratando de convencerla de que aquel hombre no valía la pena.

La verdad era que, a aquellas alturas, ya se había convertido en una maravillosa psicóloga, sin dudar, la mejor para su hermana. Lo pensaría, si algún día le fallaba el negocio, lo que no era probable.

Había logrado construir una empresa potente de organización de eventos especiales y fiestas. Lali era una organizadora nata. Ya desde su adolescencia, había organizado las fiestas y recepciones que su padre daba, ejerciendo de anfitriona.

Recientemente, había aparecido un artículo sobre ella en una importante revista de negocios. Aquella publicidad le había dado aún más y mejor reputación.

Pero, contrariamente a lo que pudiera parecer por su trabajo, a Lali no le gustaban las fiestas. Siempre se refugiaba en algún oscuro rincón y observaba el evento que ella misma había organizado. Se convertía así en una observadora de su obra, vestida con un hermoso vestido que, gustosamente, habría cambiado por unos pantalones.

Lali cerró los ojos y escuchó el dramático llanto de su hermana.

Era jueves por la noche. Tenía tres fiestas contratadas para el fin de semana: una fiesta benéfica en el museo, el viernes, una cena política, el sábado y una lujoso cumpleaños para un conocido empresario, el domingo.

Lali se levantó de la cama.

—Voy por una copa de vino. ¿Quieres algo? —preguntó mientras se dirigía hacia la puerta.

—Galletas de queso —respondió Candela—. Mantequilla de maní, una botella de whisky y… galletas de chocolate.

De camino a la cocina, Lali se detuvo delante de la habitación de su hermana.

—Esta vez es peor de lo que creía —murmuró, al ver los trozos de porcelana rota que había esparcidos por todas partes. Candela coleccionaba ángeles de porcelana y su récord hasta entonces había sido de un máximo de tres, estampadas contra la pared—. Esta vez han sido cinco.

Continuará…