Capítulo 36

Hola… Aquí estoy de nuevo para dejarles mi aporte levantador de ánimo nocturno! Antes, no se sí da o no tirarles una frase, muchas me van a querer matar, pero ahí les va… es mi forma de hacer catarsis, entiéndanme! ;)

“No llores porque ya se terminó... sonríe, porque sucedió.”  Quedémonos con esa frase, con todos los lindos momentos que nos hicieron vivir estos 6 años. Todas las enseñanzas que nos dejaron, las alegrías que nos brindaron, las emociones que nos hicieron pasar, pero sobre todo, quedémonos con los valores que nos hicieron desarrollar y las amistades que gracias a ellos pudimos  cosechar! Sin ellos, hoy, no estaríamos acá leyéndonos o en tw conociéndonos ;) GRACIAS TA por tanto! Siempre, pero siempre serán parte de mí y los llevaré con orgullo en un lugar muy especial de mi corazón!

Muchas gracias a ustedes por el aguante!!!! Se les quiere mucho y mañana nos leemos ;) (Últimos 4 capítulos)

Twitter: @Caparatodos

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—No quiero hablar de eso.

Él le agarró la mano y posó un dulce beso sobre su palma. Ella se estremeció.

—Pero yo sí. No podemos seguir así. Tenemos que intentar solucionar lo que pasó.

Capítulo 36:

—¿De verdad crees que podemos? Yo, sinceramente, creo que hemos formado tal enredo que ya no hay vuelta atrás. Después de quitar los nudos, no nos quedaría nada, nada en el centro.

—No puedes pensar eso de verdad.

—Ya no sé qué pensar. Lo único que sé es que, ahora, mi vida vuelve a estar en orden otra vez. Tengo mi carrera y…

—¿Y qué pasa por las noches, Lali, cuando estás sola en la cama? ¿En qué piensas entonces? ¿Sabes en qué pienso yo?

—No estoy segura de querer saberlo.

—Pienso en ti, en lo bueno que fue todo incluso en medio del caos que habíamos creado. Pienso en cuánto me gustaría tenerte en mis brazos. Ésta debería de haber sido nuestra boda.

—¿Y qué piensas sobre la cantidad de mentiras que había entre nosotros?

—Siento mucho que fuera así. Yo sé que fui un estúpido, pero creo que, en el fondo, tenía una buena razón: quería saber lo que realmente sentías por mí.

—Bueno, ahora ya lo sabes.

Ella comenzó a caminar, sin esperar más, en dirección a la salida, pero él la agarró del brazo.

—No voy a darme por vencido, Lali.

—Y yo no voy a cambiar de opinión.

Con esto, se libró de su mano y salió del lugar. Cuanto antes pudiera borrar el fantasma de Peter Lanzani, antes podría volver a vivir.

—¿Lali? Lali, ¿estás en casa? ¡Volvimos!

La voz de Candela resonó en la casa y Lali suspiró suavemente. Llevaba tantos días escuchando sólo el silencio de aquellas habitaciones, que había olvidado lo lindo que era poder conversar. Aunque tener a Candela al lado era, en ocasiones, un verdadero infierno, la mayoría de las veces se convertía en una estupenda amiga y confidente.

—Lali, ¿por qué hay un cartel de Se Vende en la entrada? ¿Qué está pasando? ¿Dónde estás?

Si se quedaba echada y quieta donde estaba, Candela no podría encontrarla. Quizás Agustín y ella acabarían yéndose y no tendría que escuchar lo maravillosa que había sido su luna de miel y lo enamorados que estaban. No era que le molestara la felicidad de su hermana, pero llevaba ya algún tiempo en un estado de ánimo lamentable; exactamente, desde el día de su boda o, mejor dicho, desde el último día que había visto a Peter.

No sabía cuántas veces había recordado sus últimas palabras, sus argumentos, su confesión implícita. Pero algo en ella le impedía romper las cadenas y decir que sí. ¿Qué era exactamente lo que la frenaba? ¿Era de verdad la falta de confianza? ¿O sencillamente el convencimiento de que un hombre como Peter no podía estar enamorado de ella?

Ya casi había llegado a convencerse de que estaba mejor sin él, casi había logrado pasar algún día entero sin pensar en él. Pero las noches seguían siendo difíciles, sola ante un plato de comida, en la cama con la única compañía de un libro. Peter todavía llenaba sus pensamientos nocturnos, inundaba sus sueños y cada mañana el mismo dolor.

Lali le dio una patada al somier. No estaba mal allí, abajo de la cama, en compañía de inmensas bolas de polvo. Había una tranquilidad que su hermana ya había descubierto un tiempo atrás.

Sin embargo, ni siquiera la soledad y el aislamiento de un lugar así, eran suficientes para borrar la imagen de él. De pronto, sintió un rayo de luz sobre la cara. Su hermana había levantado el colchón y la miraba entre las vigas de la tarima.

—¡Hola! ¿Volviste?

—¿Qué haces ahí? —le preguntó Candela.

—Se me ocurrió probar qué tal se estaba aquí abajo —respondió—. No está mal.

—¿Puedes salir y saludar a Agustín? Estuvo muy preocupado por ti.

—La verdad es que preferiría quedarme aquí un poco más, si no te molesta.

Candela se levantó de la cama y se metió debajo. Se acostó junto a su hermana. Levantó la mano y agarró un paquete que tenía escondido allí.

—¿Quieres?

—¿Qué es?

—Bombones —respondió Cande.

—¿Guardas comida debajo de la cama?

—A veces, cuando estoy aquí, me da hambre. También tengo unas galletas por ahí.

—No tengo hambre, Candela.

Su hermana la miró con tristeza.

—¿Todavía te sientes mal por lo de Peter? Sé que la pasaste mal en mi boda, pero yo lo hice con mi mejor voluntad. Pensé que si se veían…

—Prefiero no pensar en él.

—No se solucionó.

Lali suspiró y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No.

—Yo sé cómo podrías olvidarlo.

—¿Cómo?

—Se trata de cerrar la relación, es una teoría psicológica.

Lali soltó una carcajada y sus lágrimas se mezclaron con la risa. Estaban en el mismo lugar en el que habían empezado tiempo atrás. Sólo que el desarrollo de la historia no había sido el que ella se había imaginado: Candela se terminó casando con el hombre que la había dejado y Lali… se había enamorado. Era el turno de Cande para consolar a su hermana por un romance desastroso.

Continuará…