Capítulo 20

Holirijirillas!!! jajajaaja :P Cómo están?! Qué tal las trató el día???? Les subo al toque así se van a ver la twitcam de radio TKM ;) besos y MUCHAS GRACIAS por sus cometarios!!!!

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—Todo vuelve a empezar de nuevo —murmuró y se puso la ropa.

Capítulo 20:

No tuvo ninguna dificultad en encontrar la casa de nuevo. El árbol que había junto a las columnas de entrada tenía, además, restos de pintura blanca. Estacionó el auto, salió, se acercó a la puerta y marcó el código de seguridad que Candela le había dado.

Candela. Una vez más había convertido su vida en un caos.

Al principio, a Lali le resultaba difícil entender que una mujer pudiera estar tan obsesionada con un hombre. Pero, después de haber conocido a Juan Pedro Lanzani, lo entendía perfectamente. Ella misma había caído rendida ante sus encantos.

Lali suspiró, se recompuso y se obligó a sí misma a pensar en Peter y Candela juntos. La imagen era tan desconcertante que la ayudaba a reemplazar cualquier deseo inconfesable hacia él.

La verdad era que no encajaban por mucho que los cambiara de posición. Eran la antítesis el uno del otro y no podía entender cómo habían estado juntos.

—Seguramente, no hablaban demasiado… me cuesta imaginar una conversación entre Candela y él.

En ese momento la puerta se abrió, ella entró y sintió, con un poco de temor, que las rejas se cerraban de nuevo detrás ella.

A los pocos segundos, el perro salió de entre unos matorrales. A pesar de estar alerta, el tono amoratado del animal la sorprendió. La verdad era que teñido de aquel color no podía parecer peligroso por mucho que se empeñara, aunque, en realidad, fue muy poco.

Rufus recibió a la extraña con indiferencia, con la excepción de su cola, que se agitaba de un lado a otro, como en una expresión de bienvenida.  La lengua rosa que colgaba desde su boca combinaba perfectamente con el color elegido por su hermana.

Lali se inclinó y el can le lamió la mano.

—¡Candela! ¿Cómo has sido capaz de hacerle algo así a este pobre perro? ¡Van a descubrir quién lo ha hecho! Y lo peor es que van a terminar creyendo que yo estoy metida en todo esto.

Lali marcó de nuevo el código de la puerta y le hizo una señal a Rufus para que la siguiera. El perro ladró satisfecho y se puso a sus pies.

Si se apuraba podría remediar aquel lío.

Juntos se dirigieron al auto. El emporio peluquero de Roberto Giordano estaba a sólo quince minutos de allí. Seguro que Roberto Giordano tendría una solución adecuada.

En cuanto le abrió la puerta, el perro entró sin poner ninguna objeción. Una vez dentro, Rufus se sentó sobre sus piernas, sacó la cabeza por la ventana y se dedicó a sacar la pata a cada camión que pasaba.

Para cuando llegaron a la peluquería, Lali estaba completamente cubierta de babas y pelos lavanda, y olía tan mal como el animal.

Abrió la puerta, pero el perro se negó a bajar.

—¡No estoy dispuesta a perder mi tiempo tratando de convencerte de que bajes! —lo cargó. ¡Para ser un perro tan pequeño, pesaba una tonelada.

La recepcionista de Roberto Giordano la miró con una sonrisa extraña.

—¡No sabía que tenías un perro!

—No es mío —Lali se dio cuenta de que la chica tenía un mechón lila del mismo color que el de Rufus—. ¿Qué es eso que llevas en el pelo?

—Lila pasión —respondió ella—. Es un buen color para los libra. ¿El perro es libra?

—¿Se quita con las lavadas?

—No. Sólo se puede sacar decolorándolo o volviéndolo a teñir.

No había hecho más que confirmar lo que Lali ya imaginaba.

—Necesito ver a Roberto Giordano con suma urgencia. Dígale que Mariana Espósito está aquí y que es una emergencia.

Mientras esperaban, le ordenó a Rufus que se sentara en un rincón donde no llamara mucho la atención y, para su sorpresa, hizo exactamente lo que le pidió.

Unos minutos después, apareció Roberto Giordano, vestido con un modelo exclusivo que podría compararse al color morado del pobre Rufus. Roberto Giordano era el mejor estilista de la ciudad y un hombre extravagante.

—¡Lali, querida! —dijo él, fingiendo un ridículo acento—. Nicole me ha dicho que es una emergencia.

Se apresuró a tocarle el pelo y a estudiarla cuidadosamente.

—¡Sí, realmente lo es! Has hecho bien en venir.

Lali tenía asumido de que su aspecto, en aquel momento, no era el mejor del mundo. Pero lo que realmente le importaba era Rufus.

—No, no soy yo. Es él —Lali señaló a Rufus y éste levantó la cabeza.

—¡Ahh! —gritó Roberto Giordano—. ¡Está vivo!

—¡Claro que está vivo! Es un perro.

Roberto Giordano lo miró atónito.

—¡Pensé que era tu abrigo! —se inclinó sobre Rufus—. No es esto lo que yo recomendaría para un perro. Prefiero un look más natural.

—Ya sé. ¿Puedes arreglarlo? ¿Podrías conseguir que pareciera un perro otra vez?

Lo miró durante unos segundos.

—Sí, creo que puedo hacer algo. Un tono rojizo con mechas rubias resaltaría sus ojos y el pelo más corto le favorecería. Lo tiene un poco reseco. ¿Ha estado usando rulos calientes?

Lali se llevó las manos a la cabeza.

—¡Es un perro! Se limpia con la lengua y duerme en el jardín. Si le enseñaras un rulo, seguramente lo que haría sería enterrarlo.

—¡Pero está teñido de violeta! —dijo Roberto Giordano—. Ha tenido que estar yendo a la peluquería y, por cierto, a una peluquería muy mala.

—Sí, lo sé —respondió Lali, tratando de controlar sus nervios—. Digamos que se trata de un trabajo que le han hecho al pobre. Necesito tu ayuda, Roberto. ¿Harías eso por mí?

Roberto Giordano puso los brazos en jarras.

—Querida, cuando se trata de tinte, sabes que soy el mejor. Déjamelo a mí —se volteó hacia Nicole, la recepcionista—. Cancela todas mis citas. Cuando la señora salga del secador, que la peine Diana.

Roberto Giordano se golpeó la cadera y le dio un silbido a Rufus, quien no dudó en seguir al peluquero.  Lali se quedó en la recepción esperando. Miró el reloj y calculó que en cuatro horas, Rufus volvería a tener un aspecto presentable. Eso era todo lo que necesitaba.

Durante las siguientes dos horas, Lali se dedicó a recorrer de arriba a abajo la recepción, a conversar con Nicole sobre la existencia de extraterrestres, tema que preocupaba sobremanera a la muchacha y a comerse las uñas. Estaba a punto de violar el santuario sagrado del estilista, cuando este apareció.

Lali no veía por ningún lado a Rufus.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está?

—Prepárate, Mariana Espósito. ¡Me he superado a mí mismo! —silbó melodiosamente y Rufus entró corriendo en el salón.

Lali abrió los ojos con sorpresa. ¡Ya no parecía un perro, sino una estrella de cine!

—¡Qué le hiciste! —gritó.

—Nada del otro mundo —respondió Roberto Giordano, convencido de que la expresión de sorpresa de Lali se debía al cambio magistral que había obrado en la bestia.

—Me refiero a que se supone que debería estar feo y desaliñado —protestó.

—No le queda bien eso de estar desaliñado —dijo Roberto Giordano—. He podido mirar dentro de su alma. Este perro odia ser llamado feo y yo he conseguido satisfacerlo plenamente.

Lali se dio cuenta de que Roberto Giordano no había entendido nada y que tampoco lo entendería jamás.

Rápidamente, sacó el monedero.

—¿Cuánto te debo?

—Son cuatrocientos.

—¿Pesos? —dijo Lali boquiabierta.

—No, intis —bromeó Roberto Giordano—. ¡Pues claro que dólares! La belleza es un lujo caro, cariño.

Lali tuvo que sacar la tarjeta de crédito, se la dio y tras finalizar la transacción, salió de la peluquería rápidamente. El perro parecía mucho más animoso que antes. La miraba interrogante, como si esperara un halago.

—¡Está bien! —dijo ella—. Hay que reconocer que estás muy guapo y, además, ya no hueles a basura.

Con esto, se metieron en el auto y emprendieron el viaje rumbo a su destino.

Continuará…