Capítulo 5

Hola!!! Cómo están?! Qué tal arrancaron el viernes? Para arriba me imagino no?! Dale que ya empieza el finde y para muchas falta cada vez menos para unas vacaciones! :D Besos y gracias, gracias por sus comentarios!

Twitter: @Caparatodos

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—Me perdí. No sé si me estás tomando el pelo o hablas en serio.

Peter dejó de bailar y le devolvió la mirada.

—Estoy hablando completamente en serio —respondió y se inclinó lentamente sobre ella.

Capítulo 5:

Iba a besarla. Durante unos segundos quiso dejar que su destino se sellara solo. Pero, inevitablemente, comenzó a recapacitar sobre lo que estaba sucediendo. ¡Todo iba muy rápido! Aquello era lo que le sucedía a Candela continuamente… y sabía demasiado bien cuáles eran las consecuencias de ese tipo de juegos… ¡Era tan irracional! ¡Apenas lo conocía!

        

—¡Lo siento, tengo que volver a trabajar! —se alejó de él—. Gracias por haber sido tan comprensivo.

—¿Comprensivo?

—Con respecto a la confusión del azafate y todo eso —dijo ella—. Supongo que nos veremos en otra ocasión. Teniendo en cuenta que soy yo la que organiza muchas de estas fiestas y que tú sueles ir a ellas…

—¡Por supuesto que nos volveremos a ver! —dijo, mientras deslizaba los dedos por su brazo—. Puedes apostar lo que quieras.

Lali se ruborizó. ¡Era realmente sensual!

—Nunca apuesto —respondió ella y se dirigió hacia la puerta.

—Deberías hacerlo —él se cruzó de brazos—. Especialmente si sabes que tienes todas las posibilidades de ganar.

Al llegar a la cocina, Lali se detuvo unos segundos para respirar. Miró a su alrededor y trató de colocar las piezas de aquel rompecabezas en su sitio.  Estaba malinterpretando los signos. Su caballerosidad no era genuino interés.

Aquel hombre era un conquistador nato: rico, guapo, seguramente siempre rodeado de hermosas mujeres. Para él lo sucedido no había sido más que una forma de pasar un buen rato en una fiesta aburrida.

Agarró un trozo de apio con queso de una bandeja y le dio un sonoro mordisco. Había hecho bien en confiar en sus instintos. No había hecho más que jugar con ella. Si lo hubiera dejado, hubieran  terminado en la habitación de algún hotel, habrían hecho el amor apasionadamente y él habría desaparecido a la mañana siguiente.

Lali suspiró. Esa era la historia de vida de su hermana y no le gustaba. Pero, de algún modo, lo sucedido aquella noche hacía que entendiera a Candela. Era francamente difícil resistirse a los encantos de hombres como aquel.

Juan Pedro Lanzani apoyó el hombro en el basurero que había en la entrada de servicio del museo. La fiesta había acabado hacía una hora, aproximadamente, y un amigo suyo de seguridad le había asegurado que todos los que estuvieran aún en el edificio tenían que salir por la puerta que él se encontraba vigilando.

No podía haberse ido antes que él.

Peter se había pasado toda la fiesta esperando verla aparecer. Siempre que asomaba la cabeza, tenía la esperanza de que lo estuviera buscando a él. Pero la ilusión se esfumaba cuando ella volvía a desaparecer. Sólo hacía su trabajo, nada más.

Aquella mujer era realmente hermosa. Había salido con un buen número de mujeres lindas, pero ninguna era como Mariana Espósito. Todo en ella era sencillez: desde su peinado, pasando por su vestido negro de cóctel y sus formas suaves y delicadas.

Eso era lo que necesitaba en aquel momento, después de haber decidido que quería una mujer en su vida.

A Peter no le habían interesado nunca las relaciones largas. Pero últimamente sentía que su vida estaba vacía. Había viajado por todo el mundo, había trabajado en proyectos increíbles, había tenido todas las oportunidades que cualquier arquitecto podría soñar. Profesionalmente, su vida era perfecta. Pero cuando regresaba a casa, sólo se encontraba solo entre unas paredes sin vida.

De pronto, había empezado a envidiar a esos hombres que tienen esposas y a quienes sus familia esperaban para comer. Había recapacitado sobre eso en sus viajes de regreso desde Tokio y había tomado la decisión de buscar una esposa hacía dos meses.

El cambio, no obstante, no había sido tan brusco. Un año atrás ya se había decidido por un acuario de peces tropicales, con los cuales esperaba dar a la casa un toque de alegría, y hacer sus regresos menos solitarios.

Pero los peces no eran grandes conversadores.

Así que se decidió por un perro: el mejor amigo del hombre: Eligió el más feo que encontró, no un engreído y autosuficiente perro con pedigrí.  Pensó que así tendría un amigo que lo apreciara más. El perro, sin embargo, prefirió a los peces antes que a Peter. 

Cuando éste, cansado de alimentar a un can que obviaba su presencia, optó por regalar los peces, Rufus se decidió por la televisión.  El único ser humano con quien Rufus tenía relación era Agustín Sierra, la mano derecha de Peter. 

Agustín cuidaba la casa de Peter cuando estaba de viaje. Y, por algún extraño motivo, el perro y él parecían compartir un lazo secreto que los unía de un modo que Peter no podía entender. Sólo podía percibir lo que veían el uno en el otro: un hombre tímido, triste y solitario y un perro huérfano.

De no haber sido por su empeño en ganarse a Rufus, Peter habría terminado regalándoselo a Agustín.  Sin embargo, no estaba dispuesto a admitir que todas las relaciones de su vida eran un fracaso. Si no podía, ni siquiera, tener una relación con un perro, ¿cómo iba a conseguirlo con una mujer?

Todo el mundo esperaba que Peter Lanzani se casara con alguna de las chicas de buena familia de la zona pero aunque por sus trabajos tuviera que moverse en los círculos adinerados, no pertenecía a ellos. Tenía muy poco en común con sus clientes. Después de todo, el no era más que el hijo de un albañil y una profesora de matemáticas, nada de sangre azul en su familia.

Su amistad con gente como Marcela Laos había sido buena en aquella ocasión, eso tenía que admitirlo, pues había podido conocer a Mariana Espósito.  Además, había logrado conseguir su teléfono fingiendo un interés profesional.  Si no aparecía por la puerta, podría llamarla en un par de días con la excusa de querer organizar una fiesta o algo por el estilo. O, sencillamente, podría invitarla a salir.

Lo que sí, tenía muy en claro su meta, no iba a dejar escapar a una mujer tan atractiva e interesante como Mariana Espósito.

Y, después de todo, no podía rechazarlo. Ante la sociedad era uno de los solteros codiciados. Siempre tenía una cola de chicas que esperaban una mirada suya pero él no solía ir más allá de una segundas cita con ninguna de ellas. De hecho, hacía seis meses que no tenía, ni siquiera, una primera cita.

Peter oyó ruido de tacos sobre el suelo y vio aparecer una figura familiar.

—Debería haber apostado, señorita Espósito.— Ella se sobresaltó y miró hacia la oscuridad de la que provenía esa voz. Su sorpresa se transformó en una sonrisa al verlo aparecer de entre las sombras. —Te dije que nos volveríamos a ver.

Continuará…