Capítulo 25

Hola, hola!!!! Muchachas, denme un break! que no tengo más este y 2 más eh! jajajajaja Son lo más! :D Nos leemos!

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No aceptaba aquella forma de actuar ni en él ni en su hermana. Pero tenía un tremendo dilema: sabía que la solución de aquel enredo estaba en sus manos. Sólo tenía que contarle la verdad y todo habría terminado.

Capítulo 25:

—Yo, sin embargo, opino que deberíamos hablar de nosotros —dijo él—. Me alegro mucho de que decidieras aparecer por aquí, Lali.

La atrajo hacia él, tomó su mano y se la acercó a los labios. Besó suavemente la cara interna de su muñeca. Ella cerró los ojos y saboreó la mezcla de sensaciones que le producía su tacto.

—Queso —dijo ella, mientras se imaginaba el delicioso sabor de sus labios.

Él continuó ascendiendo hasta su codo, continuó por el hombro, el cuello…

—¿Queso?

Ella carraspeó para aclararse la garganta.

—Podríamos hacer sándwiches de queso para cenar —eso era lo mejor que podían hacer en aquel momento: cenar. Porque si Peter no se ponía a cocinar en aquel preciso instante, acabaría por convertirla en el plato principal de la noche, y ya había tenido demasiados sobresaltos para un solo día.

Después de la cena, caminaron juntos bajo el cielo estrellado. Rufus los acompañaba, espantando, de vez en cuando, a los pájaros del jardín. Eran las nueve de la noche. La luna lucía grande y hermosa en el horizonte y bañaba con su luz blanca el paisaje.

—Es una noche preciosa —dijo Lali y bostezó delicadamente. Estaba agotada.

Sin pensar, se apoyó sobre él.

Peter le pasó el brazo por el hombro, la acercó más a él y besó dulcemente su frente. Así debían de ser siempre las cosas entre ellos: fáciles, cómodas.

Después de su tensa conversación sobre la venganza, Peter se había relajado. Había bromeado toda la noche y se había comportado como el hombre que admiraba, logrando así que ella se olvidara de todas sus preocupaciones por Candela.

Habían compartido una sencilla cena a base de sándwiches y sopa, habían hablado del pasado, de su infancia, de sus amores adolescentes. Habían hablado de sus carreras, de sus sueños para el futuro.

Aquella noche, Lali había podido comprobar que compartía muchas cosas con Peter Lanzani como para darse cuenta de que no lo quería dejar escapar. ¡Tenía derecho a ser feliz! Después de todo, Candela nunca permitía que nada se interpusiera entre ella y el hombre que deseaba. ¿Por qué Lali siempre tenía que ser tan correcta? Además, tenía sus serias dudas de que si ella se encontrara en su situación llegara a plantearse ni medio segundo dejar a un hombre que la hacía feliz. ¡De hecho, Candela solía robarle siempre todos los novios!

Lali había tomado la decisión de disfrutar de lo que la vida le estaba ofreciendo en aquel momento. No importaba lo que durara, sólo importaba que estaba pasando.

Al llegar a la reja, Peter la abrió.

Lali salió, se detuvo y se acercó a él, aprovechando para admirar, una vez más, su rostro perfecto.

—Gracias por la cena —le dijo.

Peter se inclinó sobre ella y la besó suavemente.

—No quiero que te vayas —le murmuró sobre los labios.

Lali se estremeció.

—Yo tampoco me quiero ir.

—Entonces, no lo hagas.

¿Qué era lo que le estaba sugiriendo? ¿Acaso quería que se quedara a conversar con él, a comer el postre o pretendía ir un poco más lejos? Estaba claro lo que se escondía detrás de aquella invitación.

Y Lali tuvo que vencer el oscuro deseo que la inundaba, tuvo que luchar contra la tentación de decir que sí, de regresar sobre sus pasos, de subir a su cuarto, de compartir su cama.

Pero era demasiado pronto. Había demasiadas mentiras entre ellos.

Claro que, tal vez, nunca más volvería a tener la oportunidad de sentir su piel. Sabía que Peter era un hombre apasionado y que la vivencia de una noche en sus brazos sería difícil de olvidar.

—No, no puedo —le dijo, con la voz ahogada—. Tengo que trabajar.

Peter posó la mano sobre su mejilla y lentamente la deslizó hacia abajo, hasta posarla en su seno. Lali sintió un deseo incontenible. Sólo pensar en Candela la ayudaría a sacar fuerzas. Pero ni eso funcionaba. Aquello era maravilloso, tan maravilloso…

—¡No! —gritó Lali. Peter se apartó asustado. Se quedó paralizado durante unos segundos.—Lo siento —le dijo—. No puedo, sencillamente, no estoy preparada. Bueno, quiero decir que estoy preparada en un sentido, pero en otro no lo estoy.

—¿Preparada? —preguntó Peter extrañado.

Lali sonrió y se puso de puntillas para besarle la mejilla.

—Será mejor que me vaya.

—Entonces, hazlo antes de que te tome en mis brazos y te lleve de nuevo dentro. Di buenas noches, Rufus.

El perro así lo hizo. Se puso boca arriba y agitó las patas.

Lali se despidió de los dos y se dirigió a su auto.

Hasta que recorrió unos cuantos kilómetros no se dio cuenta de lo que había sucedido, ni del impacto de lo que había hecho.

—¡Dios mío! —exclamó y estacionó el auto a un lado de la carretera—. ¿En qué estaba pensando?

El problema era, precisamente, que no había pensado en absoluto, pues su corazón y su cuerpo la estaban traicionando.

Pero estaba decidida a no permitir que volviera a pasarle lo mismo, no hasta que aquel juego de confusiones y venganzas estuviera resuelto, no hasta que Peter supiera quién era ella y lo que le había hecho a su hermana, hasta que el inocente Ludovico dejara de correr peligro.

Sólo entonces, podría escuchar a su corazón.

Continuará…