Capítulo 38

Hola!!! Buen día!!!! Cómo empezaron el domingo?! MUCHAS GRACIAS por sus comentarios :D Son cada día más increíble y lindas conmigo! GRACIAS, GRACIAS de corazón por tanto!!!! Les dejo este capitulín y más tarde vuelvo para dejarles el último capítulo de “Enredo Amoroso” ;) Las quiero y nos leemos más tarde! Besos y disfruten este día!

Twitter: @Caparatodos

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—Quizás eso sea precisamente lo que necesito —murmuró—. Trabajo, trabajo y trabajo.

—Demasiado trabajo y poca diversión, acaba por convertir a cualquier hombre en un gruñón.

Capítulo 38:

Peter se volteó y vio a Candela en la puerta. Sonrió. Era casi tan hermosa como su hermana, pero, para él, la verdadera belleza de la familia era Lali.

—¿Es que Agustín se ha estado quejando otra vez?

—Ya conoces a mi marido. Adora su trabajo.

—A todos nos debe pasar lo mismo.

Candela agarró una maqueta y la estudió cuidadosamente.

—Pero hay más cosas en la vida.

—En la mía no —dijo Peter y, rápidamente, fingió ponerse a trabajar—. Últimamente, no tengo tiempo para nada más.

—Eso no es más que una excusa. No te creo, Peter.

Hubo un silencio.

—¿Cómo está Lali? —acabó preguntando él—. Tu marido no dice ni una palabra.

—Está intentando ponerle el pecho a las balas, pero al final pasa demasiado tiempo debajo de la cama.

Peter la miró confuso.

—Ya sabes, hay gente que duerme en el patio cuando hace calor. Nosotras, las Espósito, nos metemos debajo de la cama cuando estamos deprimidas.

—¿Y pasa mucho tiempo ahí?

—Esta semana la he encontrado debajo de la mía tres veces. Creo que, además, le preocupa lo del cambio.

Peter se estiró.

—¿Se va?

—¿No te dijo Agustín? Se va a Rosario. Como mi papá está en el cuerpo diplomático allí, piensa que puede conseguir una buena clientela.

—¿Cuándo se va?

—Pronto. La casa está en venta. Pero si quieres, tú podrías frenarla.

—¿Quiere ella que lo haga?

—Si lo que me estás preguntado es si está enamorada de ti, te diré que sí, que estoy segura de que lo está. De lo que ya no estoy tan segura es de que lo vaya a admitir. Se pasó tanto tiempo viéndome a mí sufrir por amor, que se niega a admitir que el amor le ha llegado a ella, aunque la mate —ella lo miró fijamente—. Y, tú, ¿qué sientes?

—¿De verdad necesitas preguntármelo? En el mismo instante que conocí a Lali me enamoré locamente de ella, y ha sido así a pesar de todo lo sucedido. Pero la perdí.

—No, todavía no —le dijo Candela—. No te des por vencido. Seguro compartieron buenos momentos. Házselo ver. En el fondo, está ansiosa por recuperarte. Tú eres el único que puede conseguir que se quede. Ella piensa que yo ya no la necesito. Lali necesita sentirse necesitada. Haz que recuerde los buenos momentos. Cuento contigo.

Dicho esto, se acercó a él, lo besó en la mejilla y salió de la oficina, dejándolo pensativo.

Claro que habían compartido buenos momentos y Candela tenía razón, sólo tenía que hacer que Lali los viera. Todo lo que tenía que hacer era encontrar la forma de que Lali los recordara.

El día había sido una mezcla de tristeza, cajas vacías, adioses y besos.

Por fin, lo tenía todo embalado y listo para la mudanza.

Todavía le quedaban algunos días, pero necesitaba ese tiempo para resolver los asuntos de su casa.

Salió de la oficina, directo a su casa donde habría de ultimar unos detalles. Pronto empezaría una nueva vida y todo cambiaría. Se había pasado la suya pensando en los demás. Incluso su trabajo consistía en arreglar todo para que los demás disfrutaran, mientras ella se convertía en una observadora.

Recorrió el tramo sin demasiado problema y llegó a su destino cuando ya comenzaba a atardecer.

Bajó del auto. Ya se dirigía a la puerta principal cuando, de pronto, se dio cuenta de que todo el jardín estaba completamente lleno de flamencos rosa. Varios vecinos estaban mirando desde la ventana y un grupo se paró a tomar una foto. En un barrio residencial no era habitual ver jardines escandalosamente decorados por lo tanto, aquello debía parecer como una invasión extraterrestre.

Pero, no había logrado salir de su asombro, cuando un auto deportivo paró justo detrás de su Toyota y de él salió un corpulento caballero con uniforme de trabajo y el nombre cuidadosamente bordado en el bolsillo de la camisa.

—¿Es usted Mariana Espósito?

Ella asintió.

El hombre sonrió, abrió la puerta del auto y comenzó a sonar el YMCA de los Village People. El hombre, entonces, comenzó a quitarse provocativamente la camisa. Muy pronto, toda su ropa fue historia y el único recuerdo de su pasado uniforme era la gorra y su ropa interior, casi nula.

Lo de los flamencos había sido solamente la entrada.

—Dentro de media hora, vendrá a recogerla una limusina —le dijo el hombre y agarró un sobre que llevaba en la cintura de su tanga. Se lo entregó—. Espero que se divierta.

Sin más, se dirigió al auto. Pero, antes de entrar, se volteó para mirar a los vecinos.

—Bien, pueden ir a casa. Terminó el show.

Con esto, desapareció en su deportivo, tal y como había aparecido.

Miró a la nota y después a los flamencos. ¿Sería otra nueva sorpresa? La abrió. No fue todo tan malo, después de todo, ¿no?

Lali parpadeó y, al hacerlo, notó las lágrimas que descendían por sus mejillas. De pronto, lo entendió todo. No se trataba de ninguna venganza, sino de poner un poco de humor, de hacerla reír y, ¡hacía tanto que no se reía!

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

—No, claro que no fue todo mal… al contrario.

Continuará…