Capítulo 28

Hola, hola!!! Disculpen la demora! Ya creo que este es el último por hoy eh! Así que se los dejo larguito ;) Muchas gracias por la compañía dominguera! Un placer!!!! Besos y que empiecen de 10 la semana! ;)

Gracias Giada!!! :D y juntosalaPar, Chari contestó tu mensaje... ! 

Twitter: @Caparatodos

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—Sí —murmuró Lali y dio un largo sorbo a su vino—. Voy a pensarlo, te lo prometo.

Lali vio su sonrisa con pena. Había llegado la hora de contarle toda la verdad, y de acabar con una relación que nunca había empezado.

Capítulo 28:

El montacargas descendía a una velocidad considerable y Lali se agarraba con furia a la mano de Peter.

—Es seguro, Lali, no te preocupes.

La miró fijamente. Había soñado con aquel rostro cada noche desde su primer encuentro. Había fantaseado sobre su cuerpo delgado y flexible. ¿Qué le hacía?, ¿cómo había hecho para cautivarlo de esa manera?

Un observador objetivo habría asegurado que, a Mariana Espósito, le importaba un rábano Peter Lanzani. Pero Peter estaba convencido de que, bajo aquella apariencia de frialdad, se escondía algo.

Iba a conseguir que sus sentimientos salieran a la luz, costara lo que costara. Por eso, había decidido darle un pequeño empujoncito. Tarde o temprano acabaría por confesar.

Le dolía no poder confiar en aquella mujer por la que sentía algo incontrolable. Pero, tal vez, había abandonado la idea de vengarse, se había ido enamorando poco a poco de él y ya no quedaba ni rastro de sus antiguos propósitos.

No obstante, lo mortificaba la idea de que Lali hubiera entrado en su vida intencionalmente y con la sola idea de hacerle daño. ¿Sería eso posible?. Fuera lo que fuera, si ella podía perdonarlo por lo que le estaba haciendo, él también sabría perdonar.

El ascensor se detuvo bruscamente. Ya estaban en la planta baja.

Peter abrió la puerta y juntos salieron en dirección a la calle.

—¿Vas a pensar sobre lo que te dije?

—Sí, lo haré —le dijo.

Peter se tensó al oír su tono frío y distante. ¿Por qué no podía decirle, simplemente, que sentía algo por él? Peter se había pasado las últimas semanas confesándole su interés, haciendo todo lo que estaba a su alcance para hacerle notar que estaba junto a ella. La frustración se adueñó de él.

—Por cierto, me olvidé de contarte que ya he tramado mi pequeña venganza contra Ludovico.

—¿Ya? —preguntó ella, incapaz de ocultar su fastidio.

—Pasado mañana la revista Semana Arquitectónica va a ir a su casa a tomar unas fotos, para un artículo sobre sus excelentes diseños. Pero se van a encontrar con quinientos amigos de plástico plantados delante de la fachada. Los fotógrafos van a llegar a su casa y no él no va a poder hacer nada. Espero que Ludovico reciba así su merecido.

Lali lo miró boquiabierta, con la mente en blanco durante unos segundos. Luego asintió.

—Me tengo que ir —dijo, aún ausente.

Sin más, comenzó a caminar hasta llegar a su auto.

Al ver el auto alejarse, sin siquiera un pequeño saludo de despedida, Peter dio una patada al suelo. Si todo eso no funcionaba, nada lo haría. Aquella era la última oportunidad que le daba a Mariana Espósito.  Sólo le quedaba esperar que Lali hubiera tomado buena nota de la dirección y no se le ocurriera mirarla en la guía de teléfonos.

Respecto a Matías Gonzales, el verdadero dueño de la casa y abogado de Peter, sólo le quedaba resignarse. Pero, al fin y al cabo, era un buen amigo y sabría tomarse con tranquilidad el aterrizaje de los quinientos flamencos de plástico. Después de todo, Lali no tardaría en despejar su jardín, si las cosas iban como era de esperar.

—Será mejor que esta vez mi plan funcione, Lali, porque ya no tengo más cartas bajo la manga y te extrañaría mucho si te pierdo.

—¡Qué voy a hacer para quitar tantos flamencos en tan poco tiempo! —dijo Lali, mientras lanzaba otra de las pequeñas piezas de plástico al camión alquilado.

Había corrido hasta allí con la pequeña esperanza de haberse encontrado a los de la empresa de flamencos y haberlos podido convencer con una buena cantidad de dinero de que no descargaran el material.

Pero una reunión la había retenido más de la cuenta.

Con un poco de suerte, sería capaz de juntar todos los flamencos en el camión antes de que amaneciera. De ahí, se dirigiría a casa de Peter y le confesaría todo. Había tomado la decisión en el instante mismo en que Peter le había contado su venganza contra Ludovico, que dicho de paso, le había parecido bastante imaginativa.

De hecho, había intentado quedar con él al día siguiente, pero no había podido ubicarlo. Lo que había ocasionado un día entero de sopesar los pros y los contras de la tan complicada confesión.

El dilema era elegir entre Peter o Candela. Y, en cualquier caso, lo más seguro era que perdiera a ambos. Así que, sencillamente, optó por evitar la catástrofe inmediata, alquiló un camión y comenzó a quitar los animales sintéticos.

Después de dos horas, llenas de sudor, por fin echó al camión el último testigo de sus involuntarios disparates, cerró la puerta y sintió ganas de irse a casa a dormir. No había logrado conciliar el sueño desde su primer encuentro con Peter Lanzani.

Pero tenía algo que hacer y no podía dejar de enfrentarse a su destino esta vez. Por eso se fue rumbo a la casa de Peter.

Primero le pediría disculpas por lo sucedido. Luego, le confesaría lo que sentía por él. Continuaría con un rápido resumen de la catastrófica vida sentimental de su hermana y le explicaría la necesidad que había sentido de ayudarla.

Finalmente, le contaría con detalle el por qué de todas sus acciones y esperaría a que él sonriera y la abrazara. La perdonaría y pasarían juntos el resto de la noche.

Tan metida estaba en esos pensamientos que casi no se dio cuenta de que ya había llegado a la casa de Peter.  Se detuvo delante de la reja, pulsó el código secreto y condujo hasta la puerta de su casa.

Estacionó el camión, se bajó y tocó el timbre.

Pocos minutos después, se iluminó la entrada y la puerta se abrió, dejando en evidencia a un Peter vestido sólo con unos calzoncillos.

Lali se quedó sin respiración al verlo medio desnudo.

Él se frotó los ojos.

—¿Lali? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Tenemos que hablar —le dijo. Apartó la mirada de su fornido torso y entró en la casa sin ser invitada.

—Pero son las cuatro de la mañana —le dijo Peter, mientras la seguía—. ¿Lo que me tienes que decir no podía esperar tres o cuatro horas más?

Lali atravesó el hall y la cocina y llegó a una pequeña sala de estar, situada en la parte trasera, en la que había un sofá. Aquel era el lugar adecuado.

Se dejó caer, se cubrió los ojos con el brazo y esperó a que él se acercara a ella. Pocos segundos después, así lo hizo. Podía sentir el calor de su cuerpo desnudo, el aroma de su piel varonil.

Lali juntó las manos y las apretó con fuerza, para poder vencer a la tentación de tocarlo. Habría deseado tenerlo entre sus brazos, sentir sus músculos. Sería tan fácil dejarse llevar, sumergirse en el placer con él y olvidarse de todo.

Peter tomó la mano que cubría sus ojos y trató de liberar su mirada.

—¡No! —le rogó ella.

—Está bien —Peter deslizó los dedos por su brazo—. Te escucho.

Su voz era como un bálsamo. De pronto, se sintió exhausta, agotada. Ya no podía pensar, ni hablar.

Si trataba de tocarla otra vez, no podría resistirse más, sería suya en cuerpo y alma para siempre. La idea de hacer el amor con Peter Lanzani la llenó de deseo. Si abría los ojos y lo miraba, estaría perdida.

—¿Lali?

—Dame un segundo —le rogó. Una dura batalla estaba teniendo lugar dentro de ella.

Lali respiró profundamente, mientras esperaba a que las palabras indicadas le vinieran a la boca.

Pasaron los segundos, luego los minutos. Por fin, la abrazó.

Lo único que no recordaría sería cómo se quedó dormida.

Continuará…