Capítulo 6

Hola chicuelas!!! Cómo las trata el sábado?! Espero que de diez y que la noche las trate y traiga aún mejores cosas! Les dejo nove y muchas de sus teorías y conjeturas apresuradas en los comentarios van más que bien encaminadas eh! Y ya van a ir descubriendo junto con Lali de que se trata todo este Enredo ;) Me pone feliz que les esté gustando la nove y MUCHAS GRACIAS por sus comentarios! Un beso a todas y nos leemos mañana!

Ahhhh y para todas ¡FELIZ DÍA DEL AMIGO! (al menos en Perú lo celebramos hoy jajajaja) Así que para la que lo celebra hoy que la pase increíble y para la que no, igual disfruten de la compañía de esos amigos que nos da la vida! Besos y feliz día para todas esas amigas que hice gracias a tw y nuestra afición por las noves! Las quieroooo!

Twitter: @Caparatodos

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—Debería haber apostado, señorita Espósito.— Ella se sobresaltó y miró hacia la oscuridad de la que provenía esa voz. Su sorpresa se transformó en una sonrisa al verlo aparecer de entre las sombras. —Te dije que nos volveríamos a ver.

Capítulo 6:

—De haber sabido que seguías acá, te habría puesto a trabajar. Ya comprobé que eres bueno con la bandeja. Seguramente, también lo habrías sido con la escoba.

—Me gustaría acompañarte hasta tu auto —dijo Peter—. Y en el camino trataría de convencerte para que te tomaras un café conmigo.

Lo miró extrañada, con una mezcla de desconcierto, placer y desconfianza.

—¿Me estás pidiendo que me tome un café contigo, ahora, esta noche?

—¿Tienes otros planes? —preguntó él dulcemente—. Lo siento, seguto estás cansada… no debería haber asumido que…

—¡No! —dijo Lali—. Simplemente, es que me sorprendiste. No suelo salir mucho. Con este trabajo, me resulta difícil conocer hombres. Este tipo de cosas le suelen pasar a mi hermana, no a mí. Ella siempre conoce hombres como tú.

Peter la agarró de la mano y se la enroscó al brazo. Sus dedos eran delicados y suaves. Deseaba haberla podido observar con más detenimiento, haber podido descubrir que era lo que la hacía tan perfecta.

—¿Hombres como yo? ¿Y cómo son los hombres como yo?

Lo miró de reojo.

—No estás casado, ¿no?

Peter dijo que no con la cabeza. La mirada inocente de aquellos grandes ojos pardo lo cautivó.

—¿Tampoco tienes problemas psicológicos, ni has estado en el psiquiátrico? ¿No tienes puesta ropa interior femenina?, ¿no te sientes atraído sexualmente por mis zapatos?

Peter volvió a decir que no.

—Entonces, eres el tipo de hombre que nunca encuentro —dijo Lali.

Él sonrió.

—Tal vez tu suerte acaba de cambiar —respondió.

Comenzaron a caminar en dirección al estacionamiento, mientras conversaban amigablemente. La verdad era que el final de esta fiesta empezaba a ser bastante más prometedor que su desastroso principio.

Se detuvieron, por fin, junto a un BMW de color negro.

—¡Demonios! —exclamó él—. Me han reventado las llantas delanteras y eran nuevas.

—Las de atrás también —dijo ella.

Peter rodeó el coche.

—¡Están todas reventadas!

Lali miró de un lado a otro.

—Tú carro es el único. ¿Por qué querría alguien hacerte esto? —preguntó preocupada.

Peter sacó su celular y marcó un número.

—Estoy llamando a la ayuda mecánica. Ellos vendrán a recoger el auto. Luego podemos irnos en el tuyo.

Espero unos segundos y pronto obtuvo respuesta.

—Sí, soy Juan Pedro Lanzani —dijo, mientras le sonreía a Lali.

Pero ella no le devolvió la sonrisa.

—¿Juan Pedro? —susurró—. Pensé que tu nombre era Peter.

La miró alarmado, ante el gesto de horror que ella acababa de poner.

—Peter es un apodo de Juan Pedro —le explicó. Había pensado que ella sabía perfectamente quién era. Incluso había una foto de él en el recibidor de entrada, en el panel con las fotos de los miembros de la junta directiva. Por eso ella había actuado de un modo tan extraño. Ni siquiera sabía quién era.

Alguien le hizo una pregunta y él respondió.

—Sí, estoy en el estacionamiento del Museo de Arte de la ciudad. Me han bajado las cuatro llantas del carro.

—¿Eres arquitecto? —le preguntó Lali.

Él asintió, mientras escuchaba las instrucciones que le daba el operador de la asistencia. Pero no dejaba de mirar extrañado a Lali, cuyo cambio de actitud le resultaba incomprensible.

—Me tengo que ir —dijo ella sin más preámbulos y comenzó a caminar mientras se justificaba—. Lo siento pero me acabo de acordar que tengo algo que hacer.

Peter frunció el ceño e hizo un movimiento para tratar de acercarse a ella.

—Espera. Sólo me tomará unos minutos.

—No —dijo Lali—. De verdad que tengo que irme cuanto antes. Gracias por la invitación… señor… Lanzani.

—¡Lali, por favor, vuelve! ¿Qué te pasa?

—Nada —dijo ella—. Simplemente, me tengo que ir. Que termine bien la noche.

—Te acompaño a tu auto.

—No, gracias.

Peter se apoyó sobre su BMW y vio cómo Lali desaparecía. Se frotó las sienes y trató de entender algo.

No tenía sentido lo que acababa de pasar. Un segundo antes, Lali y él parecían disfrutar de su mutua compañía y, de repente, había desaparecido. ¿Qué había hecho mal? ¿Es que realmente provocaba ese efecto en todo el mundo?

Primero fue el pez. Luego el perro.

—Y ahora una mujer maravillosa —murmuró Peter—. ¿Cuál es mi problema?

—¡No tiene por qué ser el mismo! —se dijo Lali una y cien veces en el recorrido desde el museo hasta su casa. Juan Pedro era un nombre muy común. Podría haber cientos de arquitectos que se llamaran así. Claro que, Juan Pedro Lanzani y rico, era demasiada coincidencia.

Sin embargo, su hermana había alabado con frecuencia sus ojos oscuros y su agujero en la barbilla. El Peter que Lali acababa de conocer tenía unos demoledores ojos verdes y nada de hoyito en la barbilla.

—No es más que una coincidencia de nombre —murmuró Lali para sí. Levantó la vista y se encontró a Candela delante de ella, con una inmensa sonrisa dibujada en la cara.

—¡Lo hice! —le comentó orgullosa.

—¿Hiciste qué?

Continuará…