Capítulo 3

Hola!!!! Cómo les va?! Espero que todo bien! Muchas gracias por lo enganchadas que están con la esta temporada!!! Ayyy son lo más y cada vez las vuelve mejores detectives eh! Unos capítulos más y se gradúan :P jajjajjaja

Anónimo: Esta novela, es la segunda parte de Arte para los Problemas, la nove que fue publicada antes de la que acaba de terminar… Igual fijate que Giada contestó tu pregunta!!! ;)

Nos leemos mañana y una vez más gracias por tanto aguante!!! GENIAS!!!! Ahhh les cuento! Faty (@fanovelitas_arg) ya publicó el prólogo de su nueva novela Laliter, Aventura Clandestina en nohaytalcrisisnovelas.blogspot.com/ RECOMENDADÍSIMA!!!! Una historia basada en hechos reales que promete y se las trae ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Lali…

Capítulo 3:

Enroscó el extremo libre de la cuerda alrededor de él, tensándolo y atándole las manos al frente, a la altura de las costillas.

—¿Quién supera ahora a quién? —preguntó.

—Quítame esto —dijo. El humor con tono de burla desapareció de su voz y de su expresión.

—No. Has menospreciado mis habilidades —lo empujó con el pecho, y él cayó sobre uno de sus sillones de estilo georgiano—. Discúlpate.

—Desátame.

«Ay, ay, estaba enojadísimo.» Aunque estuviera dispuesta a hacerlo, soltarlo ahora le pareció una malísima idea. Además, se había estado preparando un saludable golpe de adrenalina que él se había encargado de interrumpir. Lo ató al sillón con el resto de la cuerda antes de que pudiera pararse.

—Tal vez esto te convenza que no está bueno enfrentarse a la gente que entra en tu casa a no ser que cuentes con algo más contundente con qué defenderte que el encanto.

—Eres la única que entra en mi casa y empieza a parecerme de todo menos divertido.

—Claro, claro. —murmuró, dando un paso atrás para admirar su obra—. Yo estoy al mando.

Sus ojos verdes se cruzaron con los de ella.

—Y, por lo visto, te gusta el sometimiento. Niña mala.

—Discúlpate, Juan Pedro, y te suelto.

Su mandíbula se contrajo nerviosamente y su mirada descendió hasta su boca.

—Digamos que estoy descubriendo tus verdaderas intenciones. Sé todo lo mala que puedas.

—Ah —«La situación se ponía interesante»—. Cuando soy mala, soy muy mala —comentó, su adrenalina comenzó a recuperarse. «Atar a Juan Pedro Lanzani. ¿Por qué no se le había ocurrido antes?»—. ¿Seguro que estás preparado?

—Definitivamente —respondió, jalándola contra la cuerda.

Lali se inclinó con lentitud y lamió la curva de su oreja izquierda.

—Bien.

El giró la cabeza, capturando su boca en un apasionado beso.

—¿Así que esto es lo que debo esperar cada vez que te reúnas con un cliente?

Lali sacó las tijeras del bolsillo trasero, divertida ante el repentina desconfianza en sus ojos.

—Eso parece —contestó, cortando el cuello de su polo con tijeretazos sucesivos y abriendo acto seguido la parte delantera de la tela para exponer su pecho y sus marcados abdominales. La primera vez que había puesto los ojos en él pensó que su físico guardaba mayor semejanza con el de un rugbier que con el de un hombre de negocios, y seguía sin poder controlar la forma en que todo eso afectaba a su cuerpo.

—Entonces, te animo encarecidamente a que agrandes tu negocio.

—No quiero hablar de negocios en este instante. —Sus manos ascendieron la cálida piel de su torso, repitiendo la caricia con la boca. El gimió cuando ésta se cerró sobre un pezón, y Lali se humedeció.

—¿Qué me dices de la expansión? —sugirió, su voz mostraba cierto temblor.

Con una risita ascendió de nuevo hasta su boca. Parecía que al menos había desviado su atención del incidente del allanamiento, aunque si Peter se mantenía fiel a sus formas, lo retomaría más tarde. Era extraño, pero después de tres meses había prácticamente llegado a un punto en que no le importaban sus preguntas o el modo en que éstas la obligaban a realizar demasiado autoanálisis, algo que anteriormente había evitado por todos los medios.

—Al menos, desátame las manos —propuso.

—No. Perdiste. Sufre las consecuencias.

Respirando con dificultad, todavía un poco molesta por la forma en que Peter podía atravesar todas y cada una de sus defensas sin siquiera proponérselo, se puso a horcajadas sobre él. Profundizó el beso hasta volverlo un apasionado encuentro de lenguas y, empujando cuando él trató de recuperar cierto dominio, enredó los dedos en su pelo castaño. Podía sentirlo entre los muslos, presionando contra su pantalón, y meneó las caderas al tiempo que dejaba escapar un suspiro satisfecho.

—¡Dios! —gruñó—. Quítate el polo y sube aquí.

Bueno, puede que aquella orden pusiera en tela de juicio quién estaba al mando, pero parecía una buenísima idea de todas formas. Se quitó el polo negro por la cabeza, lo lanzó al suelo, seguida por el sostén. Por lo general no le gustaban los juegos de poder y dominación, pero tenerlo a su completa merced tenía un algo seductor. Aquello no sucedía con frecuencia. Se levantó, ofreciéndole los pechos a su boca y su lengua, gimiendo cuando sus manos atadas se dedicaron al cierre de su pantalón negro. Para ser un rehén era muy dispuesto, aunque nunca había tenido motivos para dudarlo.

Lali se aferró al respaldo de la silla y se arqueó contra él.

—Eres casi tan bueno como un allanamiento —murmuró.

—¿«Casi tan bueno»? —repitió con la voz amortiguada contra su pecho izquierdo—. Y hablando de «allanar», quítate el pantalón.

Con una risita entrecortada se deslizó por sus muslos, quitándose el pantalón y tirando seguidamente la ropa interior al rincón junto a la estantería.

—Tu turno —se agachó y se desabrochó el botón del pantalón.

Se arrodilló entre sus muslos y, centímetro a centímetro, comenzó a bajarle el cierre. Su respiración se aceleró con cada click de los liberados dientes de metal, mientras que Peter reposaba la cabeza contra la caoba tallada y aguantaba. Finalmente dejó escapar un gemido.

—Me estás matando, sabías.

—Ése es el propósito de la tortura, ¿no? —Aunque, cuando quedó libre, salvo por el delgado y abultado tejido de su bóxer, tampoco ella pudo soportarlo más.

Le bajó de un tirón el pantalón y el bóxer por los muslos y volvió a subirse nuevamente al sillón. Supuso que podría haber prolongado la tortura, pero lo deseaba al menos tanto como él a ella. Parecía desearlo en todo momento, con mayor desesperación y frecuencia de lo que pudiera ser normal.

Pero claro, había mantenido muy pocas relaciones largas con las cuales poder comparar. Aferrándose con las manos a los brazos de la butaca para sujetarse, se hundió lentamente en su dura y dispuesta erección.

Peter alzó las caderas contra ella, la máxima acción que podía realizar estando atado al sillón. Afianzándose sobre los reposabrazos, se deslizó arriba y abajo por su longitud con toda la lentitud que pudo soportar, suspirando ante la potente y satisfactoria sensación de tenerlo en su interior. Peter echó de nuevo la cabeza hacia atrás, embistiendo dentro de ella y luchando obviamente por mantener el control.

—Demonios, Lali —dijo con voz ronca.

Ella aumentó el ritmo, apoyándose contra su pecho mientras se hundía en él con fuerza y rapidez.

—Vamos, Peter —susurró, mordisqueándole la oreja—. Córrete para mí

—¡Dios! —gruñó roncamente, embistiendo en su interior una y otra vez.

Ella se llegó primero, violentamente, aferrándose a los brazos del sillón y proyectando la cabeza hacia atrás mientras su cuerpo se convulsionaba. Sintió los músculos de Peter contraerse bajo ella, dentro de ella, su gruñido de satisfacción… y luego la silla se desplomó bajo los dos.

Cayeron al suelo en un enredo de miembros y cuerda y un sillón de doscientos años de antigüedad. Después de un momento de confusión como resultado, Lali levantó la cabeza para mirar a Peter.

—¿Estás bien?

Él se rió entre dientes, liberando una mano de las flojas cuerdas.

—No desde que te conocí. —Enroscando la mano en su pelo, tiró de ella para darle otro profundo y largo beso—. Y ten la soga a mano. Puede que sienta la necesidad de vengarme, chiquita.

—Mmm. Promesas, promesas.

Continuará…